jueves, 27 de octubre de 2016

Pablo Iglesias pasará a saludar a los de RODEA EL CONGRESO


Ha tenido que pasar más de un cuarto de siglo para que otra persona se subiera a la tribuna del Congreso y tratara a los diputados como advenedizos. En 1981, uno lo hizo con una pistola en la mano y, hoy, el otro, Pablo Iglesias, lo ejecutó legitimado por lo que, en el fondo, intenta cuestionar: la representación que le dan los votos.
Pero no se confundan. No hay nada. Es todo mentira. Humo. Paja. Provocación. El guardia bigotudo se encaramó al atril convencido de que tenía detrás a la España real, la de honor y el orden, y que los 350 parlamentarios que habían sido elegidos por las urnas eran ajenos a la misma. Ante tamaño concepto de las Cortes Generales no es de extrañar que intentara derribarlas con una balacera.
El segundo parece que no intenta derribar la Democracia, sino transformarla en algo que todavía no ha explicado, pero que se debe estudiar en algunos laboratorios de la Facultad de Políticas de la Complutense y ensayarse allende los océanos. En lo que se parece al del mostacho es en la deslegitimación de todo aquel espacio donde no manda. De ahí que frente a un Congreso elegido por 36,4 millones de españoles (de los que cinco le votaron a él) contraponga a "la gente", "la calle" o "la patria", conceptos, como el honor y el orden, preciosos, pero poco precisos. Para medirlos y evitar las masacres que se cometían en su nombre se inventaron hace años los parlamentos, depositarios de las soberanías, es decir, de la voluntad de los ciudadanos.
Cuando Iglesias llama a los diputados (los de la oposición, se entiende) "delincuentes potenciales", sitúa a los legisladores fuera de la ley (de la ley de la calle, supongo) por lo que los convierte en susceptibles de ser removidos por ilegítimos. Casi nada.
El del mostacho daba miedo, éste no. Su discurso es paja. Humo. Provocación. Todo es mentira. Iglesias no es un golpista, sino un demócrata al que no le gusta sumar. Por eso no se alarmen. O sí.
El Mundo

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